De lo temporal a lo eterno
A propósito de la obra escultórica de Frédéric Berthelot
No es tan corriente en “nuestro tiempo”, que se pueda experimentar una emoción particular o que surja un tema de reflexión al contemplar una obra de arte de un artista contemporáneo, sea pintura o escultura. En efecto, las que no faltan, son las creaciones abstractas que parecen seguir una “moda moderna” y que pretenden adornar parques o glorietas, que no pasan de ser formas sin contenido y a las cuales nadie hace el menor caso. La misma constatación se puede aplicar a los objetos de menor dimensión, aplicados a los muros expuestos sobre mesas o chimeneas, o afincados en los jardines. Por lo tanto, contrastando con esa normalidad, sorprenden e impactan las obras diferentes, o sea las que “dicen” algo, las que, sin dejar de ser atractivas, expresan una denuncia, constituyen un testimonio, hacen surgir comentarios, encierran ideas.
Estas reflexiones, que no todos van a compartir, parecen necesarias para subrayar la gran originalidad que presenta hoy la obra de Frédéric Berthelot. El escultor, afincado desde hace años en la zona mediterránea, entre el mar color de vino y la Sierra de Aitana, abraza con fuerza la realidad, se revela como un testigo de su tiempo, implicándose con su sensibilidad y con su vigor. En efecto, es claro que no se contenta con un estetismo estéril, sino que para él se impone como una necesidad poner su talento al servicio de una creación humanista, mediante lo que se podría calificar de “arte útil”.
Frédéric Berthelot, artesano y artista, utiliza materiales escogidos para resistir al tiempo y logra imponerles su marca personal. Lo mismo que hay “canciones con fundamento”, sus obras evocan voces de piedra o de bronce, siguiendo la gran tradición de los artistas comprometidos, que son conscientes del transcurso del tiempo, de los cambios sociales, pero también de los valores permanentes. Su inspiración orientada hacia el futuro, se nutre también de todas las culturas del pasado. Es efectivo en su obra que las primeras manifestaciones prehistóricas le han inspirado, como lo demuestran las huellas de las manos, consideradas como firmas intemporales de la Humanidad, en la Plaça del Parc de Ibiza, lo mismo que la progresión darwiniana que utilizó con suma inteligencia para denunciar la despreciable devoción al dinero que aqueja nuestro mundo. También ha mostrado cómo las mismas manos pueden ser las de los trabajadores, con su nobleza, que pertenezcan a jóvenes o a ancianos, y también cómo pueden convertirse en garras avariciosas. Sabe exaltar, pero también sabe denunciar.
Con sus valores simbólicos y por su integración en su época, sigue la tradición de grandes maestros oriundos de todos los horizontes, del arte románico, del México antiguo, del Renacimiento o de los grandes artistas que fueron Rude (La Marsellesa), Rodin (El pensador) o Bartholdy (La Libertad), creadores tan alejados del arte por el arte o de las abstracciones, y tan cercanos de la Naturaleza y del Hombre con su eterna problemática.
No cabe duda de que Frédéric Berthelot tiene mucho que decir y que lo dice con fuerza y con sinceridad.
Catedrático emérito de la universidad de París IV- Sorbona