Coexist
Las obras de inspiración religiosa que propone Frédéric Berthelot se caracterizan por la originalidad, por la fuerza y por la sensibilidad.
En esta serie muy novedosa en su obra se expresa – lo mismo que en las anteriores-, una reflexión que estriba en el Humanismo, y que se manifiesta de modo sorprendente en aquellas imágenes misteriosas. El artista descarta voluntariamente la tradición que se complace en la ostentación de la riqueza, la cual se encuentra en la larga historia de las tres religiones monoteístas.
En efecto, es de recordar que el Concilio de Trento (1545-1563) resolvió que se utilizara el lujo y la riqueza en las representaciones religiosas. Su finalidad era impresionar y deslumbrar y eso, a pesar de los principios enunciados en el Evangelio que insisten en las virtudes de la pobreza y que preconizan que los fieles se alejen y hasta se desprendan de los bienes materiales. En efecto, la Iglesia decidió que las riquezas constituían muy apreciables ofrendas colectivas en el caso que lo permitieran las condiciones económicas y que se podían considerar como señales importantes de fervor.
Refiriéndose al templo de Salomón que cobijaba el Arca de Alianza y que estaba cubierta de oro procedente de Ofir, se puede leer en el Libro de los Reyes (I, 6, 29-32):
» Mandó que se elaboraran y esculpiera alrededor del templo, sobre los muros, en el interior lo mismo que en el exterior, querubines, palmas, guirnaldas de flores. También mando que el interior, lo mismo que el exterior del templo se cubriera de oro. «
La suntuosidad al servicio de la fe, así se podía resumir el arte barroco católico. Aquella exuberancia se confundía con las manifestaciones fastuosas del poder monárquico, hasta tal punto que provocó una reacción de rechazo que fue la de la Reforma protestante.
La Torá judáica también justifica la tradición del lujo y de las riquezas, pues constituyen la base de la Esperanza y de la liberación. Nada puede ser demasiado esplendoroso para Dios.
En cuanto a la tradición islámica, reflejando su cultura, se manifiesta en una abundancia de esplendores y de refinamientos, desde los tiempos de los Omeiades de Damasco y del califato de Córdoba, hasta el resplandor del Imperio otomano. Otros grupos religiosos preconizaron el rigor, de la misma manera que lo que pasó posteriormente con el arte cristiano. Tal exigencia de sobriedad fue al origen de la destrucción del magnífico palacio de Madinat-al-Zahra, aniquilamiento que cobró un valor simbólico.
Por consiguiente es de constatar que la tentación del alarde de las riquezas se manifestó de modo equivalente en las tres grandes culturas religiosas que siguieron caminos, a veces paralelos, pero que no se juntaron nunca.
Considerando aquellas dos orientaciones de los artes religiosos, el lujo y la sobriedad, F. B. consiguió de cierta manera juntarlas en una muy sutil dialéctica. Utilizando el cristal que es un material, a la vez sencillo y elaborado, primitivo y noble, etéreo y deslumbrante por sí mismo, el artista consigue en su obra una yuxtaposición de símbolos religiosos procedentes de las tres religiones. La Sábana Santa en la cual aparece la cara de Cristo, se vislumbra llena de misterio y según la posición del espectador que está fascinado en su contemplación, aparecen los símbolos del islam y del judaísmo, lo que propone una alianza inesperada. Con esta obra el arte parece evadirse de los esquemas habituales.
Estas obras de F. B. siguen con su tradición personal, fuera de cualquier clasificación. Sorprenden por su sencillez y también por la calidad de su elaboración, por la originalidad de los materiales y por una técnica superior siempre al servicio de una gran idea.
Jean-Paul Duviols
Catedrático emérito de la universidad de París IV- Sorbona