El vicio de la globalización, por Patricia Arce
Monedas de engrandecidas dimensiones pero laceradas, despreciadas, trozos redimidos en reluciente metal dorado son el tema de la exposición El vicio de la globalización, donde se muestra la desvirtualización total del dinero. La irreverencia ante su «valor» en el mundo globalizado de hoy es el tema que da pábulo a la creación de una plástica singular y diferente cuya pieza central es un código de barras certificado, símbolo inequívoco del siglo XXI puesto en perspectiva, de tamaño monumental, conformado por polvo de acero y resina. En otra de las piezas se muestra la evolución del hombre grabada sobre una placa metálica; desde el primate, el homo sapiens, hasta diluirse en un código de barras, podemos apreciar un euro pulcramente trabajado en cuya frase «justicia y libertad» muestra una grave fractura. El recorrido inicia invitando al visitante a arrojar una moneda cambiándola por un deseo, al final del recorrido -por un estrecho salón de fotografías de las obras del autor y piezas de metal, detrás de una cortina negra que anticipa cierto misterio- encontramos una construcción de huesos rotos, luz y tuercas que se asimila a una serpiente, cuya rareza y luminosidad invitan a tocarla y al hacerlo se produce un estrépito repentino que nos hace temblar.
Así, en un espacio de sofisticado instalacionismo se busca degradar al dinero, exhibirlo como pieza denigrante, falaz y destruida. La obra denota energía y decisión, un dominio exacto del volumen y la perspectiva y una clara conciencia del valor del dinero en las sociedades actuales. Esta es la primera exposición del francés Frédéric Berthelot, un iconoclasta de nuestro tiempo que gusta de reírse de los símbolos sagrados que la globalización ha creado y la sociedad venera, que en intento lúdico los crea para destruirlos y burlarse de ellos. Berthelot se define como un trabajador manual más que como a un artista.
¿Por qué no le gusta ser llamado artista?
Para mí un artista es aquel que domina la técnica, mi intención está más centrada en la significación de mi obra que en la realización de la forma.
¿Qué aporta su arte a la plástica contemporánea?
Es un arte útil, una constatación de la situación actual en el mundo, aporta su visión, que es la de mucha gente, denuncia el consumismo y el vicio del dinero, la mala repartición de él en el mundo, que acentúa las dolorosas desigualdades sociales.
¿Cuál es la intención de su obra?
Pretende dejar un precedente para las generaciones futuras, una constatación de que alguien se pregunta si lo que estamos haciendo es correcto: convertir el dinero en nuestro mayor valor.
¿De dónde surge el concepto que da origen a este trabajo?
Soy auditor de carrera y trabajé durante mucho tiempo en Francia checando en las empresas los manejos que se hacían con el dinero. Esa experiencia me condujo a denunciar la desigualdad que produce y la adoración que nos inculca por él la sociedad globalizada
Frédéric Berthelot, El vicio de la globalización, Casa de Francia (Havre 125, Cuauhtémoc), hasta el 15 de febrero. Patricia Arce es licenciada en Periodismo. http://www.etcetera.com.mxDe lo temporal a lo eterno
A propósito de la obra escultórica de Frédéric Berthelot
No es tan corriente en “nuestro tiempo”, que se pueda experimentar una emoción particular o que surja un tema de reflexión al contemplar una obra de arte de un artista contemporáneo, sea pintura o escultura. En efecto, las que no faltan, son las creaciones abstractas que parecen seguir una “moda moderna” y que pretenden adornar parques o glorietas, que no pasan de ser formas sin contenido y a las cuales nadie hace el menor caso. La misma constatación se puede aplicar a los objetos de menor dimensión, aplicados a los muros expuestos sobre mesas o chimeneas, o afincados en los jardines. Por lo tanto, contrastando con esa normalidad, sorprenden e impactan las obras diferentes, o sea las que “dicen” algo, las que, sin dejar de ser atractivas, expresan una denuncia, constituyen un testimonio, hacen surgir comentarios, encierran ideas.
Estas reflexiones, que no todos van a compartir, parecen necesarias para subrayar la gran originalidad que presenta hoy la obra de Frédéric Berthelot. El escultor, afincado desde hace años en la zona mediterránea, entre el mar color de vino y la Sierra de Aitana, abraza con fuerza la realidad, se revela como un testigo de su tiempo, implicándose con su sensibilidad y con su vigor. En efecto, es claro que no se contenta con un estetismo estéril, sino que para él se impone como una necesidad poner su talento al servicio de una creación humanista, mediante lo que se podría calificar de “arte útil”.
Frédéric Berthelot, artesano y artista, utiliza materiales escogidos para resistir al tiempo y logra imponerles su marca personal. Lo mismo que hay “canciones con fundamento”, sus obras evocan voces de piedra o de bronce, siguiendo la gran tradición de los artistas comprometidos, que son conscientes del transcurso del tiempo, de los cambios sociales, pero también de los valores permanentes. Su inspiración orientada hacia el futuro, se nutre también de todas las culturas del pasado. Es efectivo en su obra que las primeras manifestaciones prehistóricas le han inspirado, como lo demuestran las huellas de las manos, consideradas como firmas intemporales de la Humanidad, en la Plaça del Parc de Ibiza, lo mismo que la progresión darwiniana que utilizó con suma inteligencia para denunciar la despreciable devoción al dinero que aqueja nuestro mundo. También ha mostrado cómo las mismas manos pueden ser las de los trabajadores, con su nobleza, que pertenezcan a jóvenes o a ancianos, y también cómo pueden convertirse en garras avariciosas. Sabe exaltar, pero también sabe denunciar.
Con sus valores simbólicos y por su integración en su época, sigue la tradición de grandes maestros oriundos de todos los horizontes, del arte románico, del México antiguo, del Renacimiento o de los grandes artistas que fueron Rude (La Marsellesa), Rodin (El pensador) o Bartholdy (La Libertad), creadores tan alejados del arte por el arte o de las abstracciones, y tan cercanos de la Naturaleza y del Hombre con su eterna problemática.
No cabe duda de que Frédéric Berthelot tiene mucho que decir y que lo dice con fuerza y con sinceridad.
Catedrático emérito de la universidad de París IV- Sorbona